Muy a menudo se promocionan a las personas mayores como un gran mercado potencial para el Internet de las cosas (IoT), y sobre todo para aquellos países como los europeos o los asiáticos, en donde el número de personas mayores supera a los jóvenes. Pero lo que realmente está pasando es que el progreso de la tecnológica, puede ser más lento que el de un jubilado con una mala cadera.
Todos hemos escuchado las promesas sobre como la IoT está perfectamente posicionada para proporcionar atención médica, entretenimiento, y una amplia variedad de otros servicios y soluciones, que podrían hacerle la vida más fácil a las poblaciones envejecidas de los muchos países industrializados.
La necesidad es real porque la población de países como Japón, Italia, Grecia, Alemania y hasta España, está envejeciendo más rápido de lo que la nueva generación es gestada. Lo que resulta en una escasez de jóvenes capaces y dispuestos de cuidar de la generación de sus padres.
La idea está respaldada por una serie de comisiones Europeas, el sueño de que los dispositivos autónomos, como robots, sensores incorporados dentro de los hogares, dispositivos médicos y de acondicionamiento físico, asistentes activados por voz, hogares inteligentes especialmente ajustados a las necesidades específicas, y otras muchas innovaciones de IoT, llenen los vacíos de personal asistencial, al no necesitar una legión de trabajadores más jóvenes, casi ha dejado de ser utópico.
Incluso las personas mayores que conservan todas sus facultades se ven continuamente frustradas por las interfaces de usuario confusas y difíciles de descifrar, y por todos los procedimientos complejos de instalaciones y operaciones de múltiples etapas, aunado a la imposible instalación para los adultos mayores, existen las teclas, botones rígidos mal ubicados que confunden los dedos artríticos, las pantallas táctiles supersensibles invitan a cometer errores, mientras que los manuales de instrucciones vienen en presentaciones cada vez más pequeñas para ahorrar costos, dificulta aún más que puedan ser leídos, incluso por uno mismo.
El resultado es que las personas mayores a menudo terminan navegando por rincones oscuros de la interfaz de usuario, sin tener idea de cómo llegaron ahí, habiendo realizado cambios que ni siquiera los técnicos expertos en soporte y atención al cliente pueden rastrear ni revertir. Y enfrentémoslo, a veces no es la asistencia técnica profesional quien sufre de dolores de cabeza por la terquedad inherente a la edad, sino nosotros los hijos o nietos quienes no sabemos cómo hicieron para arruinar el dispositivo sin siquiera dejarlo caer. Y una vez que estos descubren como usarlo, no importa lo fácil que pudiese ser la función, es muy posible que la próxima vez que nos vean, tengan que volver a aprenderlo.
Por otro lado, el internet of things (IoT) solo puede funcionar si los profesionales de la salud, los cuidadores o cualquier otro proveedor de servicios pueden usar la tecnología con ayuda de la persona mayor, para así extender su alcance y generar un valor real a la red de los servicios médicos automatizados e interconectados.
En caso contrario simplemente es imposible, he aquí un error fundamental de la IoT, el factor humano. No importa que tan fuerte o bien, los vendedores afirmen que su producto es diferente que cualquier otro antes creado, y tan simple que cualquier abuelo pueda usarlo, aunque los estudios revelan que la tecnología IoT aún no supera ese gran escalón.
El IoT para personas mayores, fácilmente podría estar causando más frustración, de la que efectivamente podría estar eliminando, absorbiendo más tiempo del cuidado, pues no solo hay que revisar su estado de salud, sino también que no hayan jugado con el dispositivo IoT.
Por los momentos el cuidado de los adultos, no se puede dejar completamente a manos de estos dispositivos, como es el sueño final de la tecnología en este campo. Pues el objetivo es que las personas cuidadas, como también los familiares, se sientan mejor, no peor.