Con Bitcoin a la cabeza, el mundo de las criptomonedas tuvo un comienzo de año fenomenal.
El valor de Mercado de las criptos asombrosamente superó, en enero, el billón de dólares. Un hecho por demás notable, tratándose de algo que el sr. Warren Buffet dice que “terminará muy mal”.
Pero lo realmente resaltante, es que de ese billón y dale de billetes verdes, más de dos terceras partes llevan la firma de, adivinen quién. De Bitcoin, mis estimados.
Bitcoin, un invento cuyo concepto se dio a conocer en 2008, y pocos meses después llegó a las computadoras de escritorio de algunos frikis de la tecnología.
Esos individuos, fanáticos de las innovaciones, apostaron por el juguete nuevo y terminaron convirtiéndose en millonarios sin mover absolutamente un músculo.
Sólo les costó minar Bitcoin, cosa que hicieron por amor al arte, aparte de esperar el momento indicado.
Salido de la mente de un tal Satoshi Nakamoto, de quien, más de una década después, no se sabe absolutamente mayor cosa. La que ahora es la criptomoneda número uno de todos los rankings comenzó con un valor muy parecido a la nada.
Porque decir que una moneda vale cero es exactamente eso, que vale nada de nada. Y miren cuánto ha crecido en poco más de diez años. Bitcoin se está cotizando en estos momentos en unos USD 58.685, precio de Bitstamp monitoreado por TradingView.
Vaya estirón. Aun así, Bitcoin no es dinero, y no lo será por mucho tiempo, según los que se atienen a la definición formal.
Para considerarse dinero, Bitcoin debería cumplir con las tres características, o propiedades, que los que inventaron el “dinero” le atribuyen. Esto es, ser un refugio de valor, fungir como medio de intercambio, y servir como unidad de cuenta.
Ni Bitcoin, ni ninguna otra
Aunque es cierto que todas las criptomonedas comparten entre sí cierta porción de su ADN, no quiere decir que todas sean lo mismo.
Pero, así como se afirma que Bitcoin no es dinero, la sentencia aplica por igual al resto de las rutilantes monedas digitales que conforman el universo cripto.
Llámese Ripple, Neo, ECOMI o Dogecoin, no son dinero, por más que insistan los autonombrados arquitectos de futuro financiero del mundo.
En cambio, las criptomonedas pueden ser una cosa muy peligrosa, como advierte Jordan Belfort, “el lobo de Wall Street”. Belfort dice de Bitcoin que es una estafa mayúscula.
Y viniendo de un hombre experto en esas lides, hay que tomar en cuenta lo que dice.
Entonces, ¿es Bitcoin dinero, o no lo es en absoluto? Veamos.
Bitcoin como refugio de valor
Vale decir de entrada, que ningún bien, activo o moneda en el mundo puede ser un refugio de valor si muestra un comportamiento como al que nos tiene acostumbrado Bitcoin.
En este sentido, Bitcoin padece del peor de los defectos. Una dolencia que comenzó a acentuarse nada más al abrirse a la fama y el estrellato.
Estamos hablando de su volatilidad, al lado de la cual el combustible de avión es un simple coctel para principiantes. La volatilidad de Bitcoin es como su marca registrada.
Y no sólo de Bitcoin, sino de la totalidad de las llamadas monedas virtuales. Gracias a la volatilidad es que se mueven los mercados y los inversores inyectan capital al sistema cripto.
El día en que BTC se estabilice, dejando de marcar continuamente picos y valles en los gráficos, ese mismo día habrá muerto Bitcoin para los miles de personas que hacen dinero con ella.
Qué contradicción tan interesante.
Cuando la criptomoneda más notable de todas adquiera la propiedad primera que la autorice a ser considerada como dinero de verdad, no se podrá hacer dinero a partir de la misma. O, por lo menos, no como hasta ahora.
¿Cuándo llegará ese momento? Si de una cosa podemos estar seguros, es que no será pronto. ¿Bitcoin como refugio de valor? “No way, Jose”.
Para intercambiar, funciona
Vaya, vaya. Hemos caído en aguas templadas. Que Bitcoin es un medio de intercambio, pues que lo digan las plataformas de criptomonedas se han multiplicado como champiñones.
Pero la propiedad del dinero como medio de intercambio quiere decir otra cosa. Significa que aquello que reviste carácter de dinero puede usarse para pagar prácticamente cualquier cosa, y en cualquier parte.
He aquí, mi querido Watson, el quid de la cuestión en cuanto a la adopción de Bitcoin. Ya esto viene pareciendo un caso de estudio para la psiquiatría.
Los entusiastas de Bitcoin hacen bien su trabajo. Apoyan a su criptomoneda, compran la parafernalia con el logo de BTC, asisten a las conferencias de blockchain, en fin. Son fans sinceramente entregados a su credo.
Pero, ¿no se han detenido a pensar que la adopción masiva de BTC depende, en gran medida, de la domesticación de su volatilidad? Por las barbas de Neptuno, si son dos cosas que van juntas, como el pan y la mantequilla.
Ciertamente, ha habido avances en el tema de la adopción. Pero esto es semejante a la ola de mar, que rompe en la orilla de la playa, y luego se retira. Y llega otra, para volverse a ir.
Antes de que existieran servicios de pagos basados en Bitcoin, como Bitpay, Coinbase Commerce o Circle Pay, muchos fueron los que hicieron como las olas.
Anunciaron orondamente que sus comercios aceptarían BTC como forma de pago, para luego retractarse sin ton ni son.
La volatilidad, una vez más, la bendita volatilidad de las criptomonedas no disipó los temores de esos pioneros arrepentidos.
Ahora es distinto. Las pasarelas de pago de BTC cambian a fíat en el menor tiempo posible, para que el comercio que acepta el pago no se exponga a los vaivenes de su cotización.
Pero hasta eso tienes sus bemoles, porque la red de Bitcoin depende de los mineros. Si la tarifa es baja, la transacción se tarda más. Si el mempool está congestionado porque BTC pegó un brinco hacia arriba, igual.
De modo que ver a BTC ampliamente aceptado como medio de intercambio llevará lo mismo que ponerle las bridas a su altamente cambiante temperamento.
Para desgracia de algunos profetas del desastre, la moneda mundial sigue siendo el dólar de los Estados Unidos. Aunque Max Keiser, host de Keiser Report, siga empeñado en despotricar acerca de ella cada vez que abre la boca.
Cuéntame tus secretos, Bitcoin
De tres llevamos “menos dos”. BTC no es un refugio de valor, y mucho menos un medio de intercambio ampliamente aceptado, como el euro, por ejemplo.
¿Puede ser entonces empleado como una unidad de cuenta?
Para no complicarnos mucho con este tema, vamos a decir que una unidad de cuenta es un estándar acordado. El mismo permite una cosa muy importante: que los precios de los bienes sean expresados en dicha unidad.
Esa definición nos viene de perlas, porque es fácil darse “cuenta” del por qué Bitcoin no puede cumplir todavía con esta propiedad para ser visto como dinero.
Y todo se origina en la propiedad número uno: si no es un refugio de valor, debido a su volatilidad (y ahora nos vamos a la segunda propiedad), tampoco puede ser aceptado globalmente como un medio de intercambio.
Lo que nos trae hasta esta, la tercera característica con la que debe cumplir cualquier criptomoneda para que se le tome como dinero “de verdad”. Seguramente ya lo han podido deducir, porque todo está relacionado.
No es posible usar BTC para indicar los precios de ningún bien, porque, dependiendo si su cotización sube o baja, se necesitarán menos, o más monedas, según el caso, para cubrir el valor de dicho bien.
Queda claro, ¿no es cierto?
Pero, dejémonos de preocupaciones. Que, si es o no es dinero, o lo será en el futuro, habrá que esperar.
Mientras tanto, las criptos servirán para sacar dinero de ellas. Y, gracias a eso, las estrellas del ecosistema seguirán brillando por mucho tiempo más.